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Revendedores y emprendimiento, demanda de un mercado

A inicios de este año, muchas personas abarrotaron las tiendas mayoristas para comprar roscas de reyes y revenderlas. Esta situación, como cada año, trajo ciertos comentarios en redes sociales, que provienen de personas que suponen que revender es injusto, pues no se produce, ni se transforma un producto, sino que se acapara y se revende a un mayor precio. Sin embargo, podríamos tener otra interpretación sobre esto, desde la óptica de cómo funciona el mercado, y los riesgos que se incurren al emprender. Veamos.

           Ojo, al emprender hacemos suposiciones con base a expectativas, pero corremos el riesgo de cometer errores. Por ejemplo, nos equivocamos si compramos más roscas de las que podemos revender, y nos equivocamos si pedimos precios excesivos por ellas, pues si el mercado se satura de personas haciendo lo mismo, no se justifica pedir más dinero. El mercado se encarga de premiar a los emprendedores que hacen las cosas bien, pues vendieron más, y castiga a quienes hacen conjeturas desproporcionadas, al no vender lo que esperaban, o al saturar un nicho que es fácil de copiar, pues los revendedores pierden dinero si su producto se deteriora o se vuelve obsoleto (o baja su demanda, como ocurre luego del 6 de enero en el ejemplo citado).

            El emprendedor que especula que habrá demanda por un producto se trata de adelantar al hecho para ofertarlo a otros. El diferenciador es que esas personas no deben ir a la tienda de conveniencia, ni tener una membresía, y que pueden comprar cerca de su domicilio, incluso comprando porciones de pastel o piezas de pan, en vez de un paquete completo. Pero como dijimos, los revendedores corren el riesgo de incurrir en pérdidas, en vez de hacer líquidas las ganancias que tendrían en caso de agotar todo su producto, algo que no siempre ocurre.

            En realidad, toda actividad económica tiene cierta dificultad y exige que entendamos a cabalidad lo que estamos haciendo. Por si fuera poco, es una ilusión pensar que podemos crear valor por nuestra cuenta y sin ayuda de otros. Todo emprendedor y empresario dependen en todo momento de terceras personas, a quienes ni siquiera conocen, que les vendan insumos para fabricar otros productos finales. No existe empresa que sea capaz de ser autosuficiente por esa razón (y tampoco países que sean capaces de serlo: he ahí una de las lecciones de la economía política de David Ricardo, las ventajas comparativas). Y es por eso que todos podríamos ser revendedores de un producto y servicio.

            Incluso el acto de tomar un producto y no transformarlo, sino simplemente venderlo donde sabemos o pensamos que es necesario genera valor porque estamos estableciendo un nexo causal y ofreciendo una solución a la que otros no habían llegado antes. La originalidad de la idea o el qué tan bien lo hagamos es otro tema, pero finalmente, estamos trabajando para satisfacer deseos y necesidades ajenas.

            Finalmente, saber que todos somos revendedores nos debe hacer llegar a la concordia y a apreciar la labor de otros, por otra parte, el mercado premiará y castigará a quien ofrezca mayor valor a sus clientes, pues como sugiere la obra de Deirdre McCloskey, el camino al progreso está en la dignificación de la actividad comercial y en los mercados libres.

Omar Raya, sociólogo, especialista en Historia del Pensamiento Económico y aficionado a los temas de finanzas personales

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