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10 lecciones de inversión que nos deja la obra de Daniel Kahneman

En marzo de 2024, el mundo de la economía y la psicología sufrió una gran pérdida con el fallecimiento de Daniel Kahneman. Este psicólogo israelí, Premio Nobel de Economía en 2002 (obtenido junto a Vernon Smith), revolucionó la comprensión de cómo tomamos decisiones, desafiando la visión tradicional de la racionalidad económica, que domina en las teorías neoclásicas.  En este artículo de Hablemos de Bolsa, te contamos 10 lecciones de inversión, finanzas y decisiones de vida que aprendimos de su libro Pensar rápido, Pensar Despacio.

1. Nuestro cerebro utiliza dos sistemas para funcionar

Kahneman propone que nuestro cerebro tiene dos sistemas para procesar información:

Sistema 1: Rápido, intuitivo y automático, pero propenso a errores y sesgos.

Sistema 2: Lento, analítico y deliberativo, pero requiere esfuerzo y atención.

Por ejemplo, un inversor que toma decisiones impulsivas basadas en corazonadas o rumores del mercado, probablemente está utilizando el Sistema 1. En cambio, un inversor que analiza cuidadosamente la información financiera y diversifica su cartera, estaría utilizando el Sistema 2.

2. Somos irracionales

Kahneman nos recuerda que los seres humanos no somos siempre racionales. En su lugar, cometemos errores sistemáticos debido a nuestros sesgos.

3. El efecto Halo

Se trata de un sesgo cognitivo en que nuestra impresión general sobre una persona influye sobre nuestra percepción de sus rasgos y cualidades. Es decir, si te agrada alguien, sobreestimarás sus capacidades, y viceversa. Por ejemplo, una persona que compra acciones de una empresa solo porque le cae bien el CEO, está siendo víctima del efecto halo.

4. La falacia del costo hundido

Esta se manifiesta cuando, por ejemplo, sigues invirtiendo en algo que no vale la pena, simplemente porque has invertido recursos en ello. Esto se aprecia con personas que siguen invirtiendo en una empresa que está en bancarrota porque ya han invertido mucho dinero, la famosa práctica de promediar a la baja esperando que su posición suba para salir con el mismo capital que entraron.

5. El sesgo retrospectivo

Esta es la tendencia, luego que ocurre algún evento, de creer que nosotros pudimos haber predicho o esperado los resultados. Un ejemplo es cuando al ver las cotizaciones históricas de alguna acción o activo financiero que creció significativamente los últimos meses, nuestra mente nos lleva a pensar que sabríamos que el evento ocurriría, cuando en realidad no tuvimos la información al momento de invertir.

6. La teoría de prospectos

Kahneman y su colaborador Amos Tversky desarrollaron la teoría de prospectos, que explica cómo las personas toman decisiones bajo riesgo. Esta teoría sugiere que las personas son más sensibles a las pérdidas que a las ganancias. En otras palabras, que vender una posición con una minusvalía del 10% se estimará como más dolorosa que una venta con una plusvalía del 10%.

7. Disponibilidad heurística

Se trata de un sesgo cognitivo en el cual se juzga la posibilidad de un evento con base en la facilidad en que nos viene a la mente. Por ejemplo, alguien que ha tenido éxito invirtiendo en un sector como el tecnológico, podría mostrarse más dispuesto a invertir en una nueva empresa tecnológica, sin considerar con cuidado sus riesgos específicos.

8. Sesgo de confirmación

Este es un sesgo cognitivo que confirma nuestras creencias existentes e ignora la información que las contradice. Es decir, los inversionistas deben evitar encerrarse en cámaras de eco donde se hable positivamente sobre sus tesis de inversión, y abrirse a escuchar puntos de vista opuestos. De este modo, podrá estar alerta a las señales de advertencia.

9. El efecto de encuadre

Cuando la forma en que se presenta la información influye sobre nuestras decisiones y percepciones, estamos frente al efecto de encuadre. Es decir, podemos estar más dispuestos a invertir en un activo que se presenta como “oportunidad única” que si se presentara como un “riesgo elevado”.

10. El sesgo de ancla

Consiste en creer fuertemente en la primera pieza de información que recibimos al tomar una decisión. Este sesgo lo podemos observar entre las personas que se dejan llevar por las cotizaciones de los activos de renta variable y los “precios objetivo” que ofrecen los analistas. Estos cálculos de probabilidad pueden convertirse en una referencia que lleve a los inversionistas a comprar acciones a un precio elevado, incluso si el precio objetivo cambia cuando se mueven las preferencias del mercado.

En suma, la obra de Kahneman es fundamental para comprender cómo tomamos decisiones. Hacer consciente este proceso nos puede ayudar a tomar mejores decisiones e incrementar nuestras posibilidades de éxito.

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