Tradicionalmente, cuando hablamos de la riqueza de un individuo, hacemos referencia al dinero en sus cuentas de banco, sus inversiones, sus propiedades, entre otros muchos productos financieros. Sin embargo, hay un activo que rara vez consideramos, y que puede llegar a ser tan importante, o más, que los antes mencionados: el capital humano.
Entiéndase por “capital humano” el trabajo que un individuo es capaz de “vender” a lo largo de su vida. Ahora bien, el precio o remuneración, de ese trabajo puede comportarse de dos formas: 1) puede darte flujos estables (si eres un asalariado); 2) puede darte flujos variables (si eres un emprendedor o tienes tu propio negocio). En ese sentido, tu capital humano se comporta como un bono (asalariado) o como una acción (emprendedor).
Ahora bien, salvo contadas excepciones, al inicio de tu vida laboral, tus activos financieros son escasos, pero tu capital humano es muy grande. Conforme avanzas, lo ideal es ir convirtiendo tu capital humano en capital financiero, de tal forma que, cuando te retires a los 65 años, tu capital humano sea muy pequeño, es decir, ya no necesites trabajar, pero tu capital financiero sea alto, y puedas vivir de él.

Regresando al mundo de las inversiones, solemos diversificar nuestro portafolio de activos financieros y rara vez consideramos nuestro capital humano en él. Ya vimos que, según el trabajo que desempeñemos, nuestro capital humano podría comportarse como un bono o una acción, entonces, podemos, relativamente fácil, incluirlo en la construcción de nuestro portafolio. Veamos dos ejemplos.
El primer ejemplo es el de un asalariado joven. Como vimos, la mayoría de su riqueza (capital financiero más capital humano) está invertida en un activo que se comporta como un bono (su sueldo), entonces, su capital financiero debería estar totalmente invertido en acciones. De esta forma, su riqueza tendrá un balance entre acciones y bonos.
Ahora bien, el segundo ejemplo es el de un emprendedor joven. Ya vimos que la mayoría de su riqueza está invertida en un activo volátil (comparable a una acción), ya que su negocio no necesariamente le dará flujos estables, entonces, su capital financiero debería estar en activos de bajo riesgo (como un bono). Así, su riqueza total estará invertida de manera balanceada en acciones y en bonos.
Sin embargo, en la práctica, esto no sucede. Si conoces a algún emprendedor, es probable que la mayoría de sus activos financieros estén ligados a la bolsa, a las criptomonedas e incluso a empresas relacionadas al sector en el que participan. Esto da como resultado una concentración masiva de riesgo. Y sabemos que una persona que se comporta así, por más amante al riesgo que sea, está cometiendo el pecado capital que cualquier inversionista debe evitar: no está diversificando.

Ahora bien, así como existen instrumentos de cobertura para tus activos financieros, también existen instrumentos de cobertura para tu capital humano, es decir, los seguros de vida. Un seguro de vida cubre tu capital humano no utilizado, de tal forma que si pierdes dicho capital (por muerte o invalidez), el seguro de vida te resarce la pérdida. En ese sentido, un seguro de vida debe ser contratado cuando eres joven y tienes dependientes económicos, y no cuando estás retirado y nadie depende de ti.
A veces no considerar todas las aristas de un problema puede resultar en una mala planeación o en una acumulación de riesgos no deseados. No considerar al capital humano como parte de la riqueza de un individuo es un ejemplo de esto. Analiza tu portafolio financiero, involucra el comportamiento de tu capital humano, e invierte acorde.
Por: Luis Gonzalí, CFA. VP/Co-Director de Inversiones en Franklin Templeton México