“No puede existir propiedad genuina sobre los bienes de capital sin un mercado de capitales: no puede existir un socialismo verdadero si se permite la existencia de este mercado”
—Ludwig von Mises
La actividad de las Bolsas de Valores, que consiste entre otras, en ayudar a las empresas a conseguir financiamiento a través de la emisión de bonos o acciones, es una situación ajena a la vida cotidiana de la mayoría de las personas. Sin embargo, las Bolsas cumplen con una importante función para las sociedades: permiten el cálculo de los precios de los bienes y servicios que todos compramos. En esta nota te cuento sobre la importancia de este rol social y cómo influye en tu vida, seas inversionista o no.
Las teorías del valor
Cuando los economistas comenzaron a pensar cómo se produce el valor de los bienes y servicios, su respuesta inicial apuntó hacia el proceso de trabajo. Con ello, una respuesta que hoy aún nos suena intuitiva es que las cosas valen porque se requiere trabajo para producirlas. A la vez, no faltó la idea de que los empresarios explotan a sus trabajadores extrayéndoles horas de trabajo no pagado, o plusvalor. En los hechos, esta posición llevó a los llamados economistas socialistas a hablar sobre la necesidad de suprimir la institución de la propiedad privada para que la explotación ya no existiera.
Por el contrario, a fines del siglo XIX se puso énfasis en señalar que el valor de los bienes y servicios no depende del trabajo inserto en ellos, sino que es subjetivo y varía de persona a persona, dependiendo de su contexto y situación. En este sentido, los bienes de lujo son demandados sí y solo si se cuenta con las necesidades básicas cubiertas; mientras que los bienes como la comida o la energía, que para las clases medias son algo que dan por sentado, para los menos favorecidos son objeto de lucha cotidiana.

Bajo estos principios, las teorías de la utilidad marginal sostienen que nuestra valoración de los bienes depende en forma inversamente proporcional a nuestra satisfacción; por tanto, es contextual. Es decir, no es igual la demanda de un vaso de agua en medio del desierto que en una ciudad donde es abundante su acceso.
Las implicaciones de esta posición llegan a apuntar que los propietarios de los bienes de capital adquieren la obligación de satisfacer las necesidades y deseos de los consumidores (sabrán si lo hacen bien a través de las pérdidas o ganancias registradas). Por otro lado, el acento en la demanda como fuente del valor nos conduce a considerar que los bienes de capital; que son bienes que nos ayudan a producir otros; tienen valor en función de los bienes de consumo que fabrican. Por ejemplo, si desapareciera la necesidad de fumar por arte de magia, la planta de tabaco y las máquinas para procesarlo y fabricar cigarrillos, no tendrían valor, a no ser que los propietarios encontraran otro uso útil para los consumidores.
El socialismo y sus implicaciones
No fue sino hasta inicios del siglo XX que Lenin planteó cómo llegar a la famosa sociedad socialista, en la que ya no existirían los medios de producción en manos privadas, sino que estarían en manos del Estado (representado por la comunidad obrera). Para Lenin, bastaba con organizar la economía como si se tratara de una oficina de correos, donde los funcionarios decidieran las cantidades y calidades de todos y cada uno de los productos ofertados en empresas gubernamentales.
Poco después que Lenin, un economista austriaco, Ludwig von Mises, explicó, con base en los principios de la utilidad marginal, que prescindir de la propiedad privada de los medios de producción eliminaría los mercados de capitales, pues bajo este supuesto, solo existiría un gran propietario: el Estado.
Las implicaciones de ya no tener un mercado de capitales están en que ya no podemos saber cuál es el precio de los factores de producción, porque no hay con quien intercambiar la propiedad de las empresas. Como desconocemos el dato del precio de los bienes de capital, tampoco podremos saber cuánto cuesta producir pan, televisores, maíz, abrigos, estufas, automóviles, libros, ni ningún bien de consumo. Bajo este escenario, tampoco tendríamos los mecanismos de competencia ni de pérdidas y ganancias, indispensables para saber cuáles son los productos demandados por los consumidores. Es decir, se trata de una economía que no es capaz de fijar precios, y por tanto, los agentes económicos (gobiernos, empresas estatales, personas o familias) no pueden saber con exactitud qué planes financieros son viables y cuáles no.
En los hechos, esta crítica llevó a que la entonces Unión Soviética hiciera una reforma en los años veinte, la Nueva Economía Política y que se implementaran diversas formas de planificación, lejos ya del experimento socialista de 1917 a 1922. Por ejemplo, revisando los precios de los bienes y servicios en otras economías, o haciendo listas con la cantidad “racional” de abrigos, calzado, o comida que cada persona debía tener en su hogar. Por supuesto, fijar precios con base en lo que ocurre en otros mercados no ayuda a que la economía comunique la escasez y la abundancia, como ocurre en condiciones de apertura comercial y propiedad privada de los medios de comunicación. A su vez, como no hay mecanismos de pérdidas y ganancias, los planificadores centrales no están en condición de saber cuáles son los bienes y servicios demandados por los consumidores, ni qué cantidad deberían producir.
Es decir, y para resaltarlo con otro economista austriaco, Friedrich Hayek, los precios no son sólo números, sino que son el resultado de muchas interacciones humanas. Por tanto, la idea de dirigir un sistema complejo como lo es la economía no es sino una ilusión que no hace sino recordarnos lo poco que sabemos sobre aquello que nos gustaría diseñar.
¿Y todo esto qué tiene qué ver con las Bolsas de Valores y la vida cotidiana?
El experimento socialista fue técnicamente el de una sociedad sin Mercado de Valores. Que existan Bolsas de Valores donde las empresas puedan emitir acciones y títulos de deuda constituye una función de valor incalculable para la sociedad, pues día con día conocemos las valuaciones de las emisoras listadas. Es decir, la capitalización bursátil, o el precio de todas las acciones en circulación en conjunto, contra las ventas y ganancias, así como los precios de los bienes ofertados por la emisora, son datos que ayudan a tomar decisiones a los propietarios de los negocios, así como a los inversionistas.

En la práctica, los inversionistas pueden revisar los estados financieros de las empresas listadas, que reportan cada trimestre, para saber cuánto vendieron y cuántas ganancias tuvieron. Estos datos, contra la valuación de la empresa, le ayudarán a darse una idea sobre si la empresa vale menos de lo que debería, o si está sobrevalorada, y su precio debe caer. Estos movimientos, que también pueden responder a la especulación o a expectativas económicas, terminan teniendo repercusiones en el mundo real, dándole un mayor flujo de efectivo a ciertas emisoras, o llevando a otras a recortar sus costos. De este modo, el sistema de precios ayuda a que el mercado discrimine entre las empresas que mejor sirven a los consumidores (en condiciones en que no se inyecta dinero o crédito barato vía banca central).
Aunque mercados como el de México no requieren exclusivamente de las Bolsas para que las empresas abran sus puertas a la inversión (algunas firmas deciden permanecer privadas y abren ocasionalmente rondas de financiamiento privado), son una parte importante del Mercado de Capitales. En la práctica, es igual de importante que las empresas tengan métricas y parámetros para conocer el valor de sus emprendimientos, elemento útil para incluirse en el mercado, o para conseguir financiamiento privado sin la necesidad de sacar una Oferta Pública Inicial. Contar con valuaciones en una Bolsa de Valores les permite a las empresas no listadas poder tener parámetros sobre el desempeño de otras compañías en su mismo sector, para tener una guía que ayude a conocer su propia valuación.
El cálculo diario de valor que ocurre en los mercados financieros constituye un importante ingrediente para que se puedan fijar los precios de los productos que compramos día con día. Al final del día, contar con una economía que se comunica a partir de precios es un pilar en nuestra vida diaria, pues así conseguimos discriminar entre qué cosas comprar y cuáles no. Es decir, y en conclusión, los mercados de capitales juegan un rol importante para crearnos espacios de libertad de elección día a día, la misma que le negaron a los soviéticos cuando decidieron que un comité de planificadores centrales tomara la decisión de cuánto debía consumir cada ciudadano.
Colaboración especial de tucochinito.com
Por Omar Raya.
Sociólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y estudió la especialidad en Historia del Pensamiento Económico en la Facultad de Economía de la UNAM. Ha sido ayudante de investigación en Caminos de la Libertad y actualmente trabaja como redactor web en el sitio de finanzas personales en Tu Cochinito. También es miembro de la planta académica de la Sociedad Tomás de Mercado.
Bibliografía para conocer más:
Boettke, Peter J. (2001), Calculation and Coordinartiom, Essays on Socialism and Transitional Political Economy, Routledge, Londres.
Hayek, Friedrich A. (1999), Socialismo y Guerra, Unión Editorial, Madrid.
Lange, Oskar (1965), Problemas de economía política del socialismo, Fondo de Cultura Económica, México.
Lenin (1993), El Estado y la Revolución, Planeta-Agostini, Barcelona
Menger, Carl (2020), Principios de Economía Política, Unión Editorial, Madrid.
Mises, Ludwig von (2019) El Socialismo, Unión Editorial, Madrid.