La magnitud y la persistencia del choque inflacionario en México ha sido descomunal. La respuesta en política monetaria debiera ser descomunal también. En la primera quincena de enero la inflación anual aumentó a 7.9% del 7.5%, observado en la segunda quincena de noviembre de 2022, cuando parecía registrar una tendencia a la baja. Dicha tendencia no se consolidaría porque la inflación subyacente seguía aumentando a niveles históricos. De hecho, el último dato de enero implica que la inflación subyacente anualizada fue 8.0%, el cual es un nivel sumamente elevado. Esta velocidad en precios ha sido persistente desde la segunda mitad del año pasado.

¿Qué explica este comportamiento?
Desde mi punto de vista es la combinación de varios factores:
- La transmisión de choques de oferta observados en 2021 en los precios domésticos y no comerciables, principalmente la transmisión de precios de alimentos hacia servicios.
- La elevada persistencia de las expectativas de inflación para el corto plazo que se traducen en mayores precios y salarios. Es decir, ya existe cierta inercia inflacionaria.
- La contaminación de los precios en la dinámica salarial, los cuales aumentaron 7.2% en promedio en 2022 comparado con 6.0% en 2021 y 5.0% en 2020. Un aumento de 8.4% en diciembre.
- La relativa lentitud de respuesta del banco central, el cual demoró en llevar la tasa en terreno restrictivo.
- Todo lo anterior, ocurriendo en un contexto donde la economía se encuentra en plena recuperación y no hay holgura en ella. En diciembre 2022, el desempleo tocó mínimos históricos.
Si bien Banxico ha incrementado su tasa de interés, la tasa de interés efectiva lo ha hecho muy lentamente toda vez que las expectativas de inflación de corto plazo, es decir, en los siguientes 12 meses, continúa en niveles cercanos al 5.0% y quizás, después del dato de enero, suban todavía más, haciendo mella al esfuerzo restrictivo y en la efectividad de la política.
Perseguir a la Fed, un error
Desde mi punto de vista, seguir sólo a la Reserva Federal en los aumentos de tasa no es lo más adecuado toda vez que la dinámica de la inflación en México está respondiendo conforme a los fundamentales de la economía doméstica, lo que implica que el comportamiento futuro de los precios no sea a la par a la del socio comercial. Efectivamente hay lazos profundos entre la economía mexicana y la estadounidense, pero es probable que los factores domésticos tomen mayor relevancia en los siguientes meses.
La respuesta de Banxico tiene que ser más agresiva
Ante este riesgo, la Junta de Gobierno debería considerar subir la tasa en una magnitud mayor a la que realice la Reserva Federal, cualquiera que fuese el incremento de esta última, ya que la inflación allá puede caer más rápido que en México e incluso, permanecer por encima del objetivo de 3.0% por más tiempo. El riesgo de no actuar con contundencia podría significar tasas elevadas aún por más tiempo, incluso más allá de 2024 cuando la expectativa actual es que la inflación alcance niveles cercanos al 3.0% en ese año y éste no sea el caso.
Banxico cuenta con “balas infinitas”

En general, sería deseable que la tasa llegase a un nivel de por lo menos 12.0%, impulsando la tasa real ex ante a niveles cercanos al 6.0%. Algunos analistas consideran que Banxico tiene que “guardar balas”, lo cual es un enfoque equivocado. En un contexto de inflación creciente el problema debe atajarse con tasas todavía más altas para ofrecer una prima mayor por riesgo inflacionario, sobre todo en una economía que tiene poca sensibilidad a la tasa de interés como lo es la mexicana. Se puede generar una espiral precios – salarios que después será muy difícil de controlar.
Finalmente, de no actuar con mayor agresividad se corre el riesgo de que la persistencia de la inflación elevada haga mengua en las variables relevantes para el crecimiento, como lo es la confianza, la inversión, el consumo, la recaudación fiscal e incluso generando distorsiones adicionales en algunos sectores, llevando a la economía a una recesión en un contexto de inflación alta.
Aunque suene trillado, la medicina es un poco repugnante, pero el mal que cura es sin duda peor.
Por: Marco Oviedo, consultor económico