Si un país hubiese podido elegir su ubicación geográfica de cara a la pandemia, la cercanía a Estados Unidos (EE. UU.) habría sido un gran punto a favor. Es cierto que EE. UU. ha sido el territorio con más casos de COVID-19, pero sus espectaculares medidas de estímulo fiscal propiciaron una recuperación económica rápida y relativamente sólida, con efectos positivos para otras naciones.
La ubicación geográfica también es importante en una época de búsqueda de resiliencia de las cadenas de suministro, así como de intensificación de la competencia estratégica entre EE. UU. y China. México se encuentra en una posición ideal para beneficiarse de las iniciativas actuales dedicadas a reducir las vulnerabilidades de las cadenas de suministro y de garantizar el acceso a productos esenciales en cooperación con países aliados. Además, la confluencia de una extraordinaria demanda de bienes y la escasez de mano de obra en EE. UU. está redirigiendo los procesos de fabricación hacia México.
A pesar de su posición geográfica privilegiada, la recuperación económica de México ha sido más lenta que la de otros países latinoamericanos. Prevemos que el PIB en América Latina crecerá 6.6% en 2021, frente al 5.3% esperado para México. Teniendo en cuenta las condiciones favorables externas, el desempeño económico del país debió haber sido mucho mejor, de no ser por varios factores que acabaron lastrando la recuperación.

En el plano nacional, la respuesta fiscal de México para enfrentar la pandemia fue muy limitada. Esta decisión pudo haber contribuido a que la recuperación económica fuese más débil que la de otras naciones que brindaron mayor ayuda, pero también resultó en un menor déficit fiscal. La variante Delta del Coronavirus durante el tercer trimestre de 2021 también ralentizó la recuperación en el sector de servicios. Pero, sobre todo, la incertidumbre en torno a la Política Económica siguió inhibiendo la inversión privada, con la consiguiente limitación del crecimiento potencial del país.
En el ámbito internacional, la carencia de insumos causó estragos en la industria mexicana e impidió que se pudiese aprovechar al máximo el auge del comercio global de mercancías. La escasez de semiconductores perturbó gravemente la producción de automóviles, obligando a los fabricantes a detener su actividad en numerosas ocasiones a lo largo del 2021, lo que, según Fitch, pudo haber restado hasta un punto porcentual al PIB de México, a pesar de la lenta recuperación de la economía mexicana.
Lo cierto es que su nivel de ruido político relativamente bajo, su posición fiscal decente y su fuerte integración con la economía de EE. UU., convierten al país en una isla de estabilidad frente al resto de América Latina. Ello impulsó al índice de la Bolsa Mexicana de Valores, S&P/BMV IPC, a cerrar el 2021 con un rendimiento en dólares de 17.84%, lo que contrasta con una caída de 18.10% para el Bovespa de Brasil y un descenso de 13.96% para el Ipsa de Chile, por ejemplo.
En 2022 podrían aparecer muchos riesgos. El aumento en los casos de COVID-19 podría tener un mayor impacto económico de lo que anticipamos, una ralentización en el crecimiento mundial podría debilitar la demanda de exportaciones, una caída en las remesas podría repercutir en el consumo privado, la inflación podría mantenerse alta durante más tiempo, los problemas persistentes en las cadenas de suministro podrían continuar afectando al sector industrial y un endurecimiento monetario excesivo por parte de la Reserva Federal podría generar salidas de capitales de México.
Sin embargo, el riesgo principal que vemos es la amenaza planteada por la posible aprobación de la contrarreforma energética que se debatirá en el Congreso. Consideramos que es poco probable que la propuesta de reforma consiga la mayoría calificada necesaria para modificar la constitución. No obstante, en caso de aprobarse, tendría graves repercusiones para el país y podría ocasionar una baja en la calificación crediticia de la deuda soberana.
Las agencias calificadoras ya han expresado su preocupación ante las consecuencias para las finanzas públicas, al considerar que la reforma propuesta frenaría aún más la inversión y las perspectivas de crecimiento a mediano plazo. Una economía que crece menos tiene una menor capacidad de repago. Asimismo, podría debilitase el marco institucional y dar pie a un aumento en la ayuda del gobierno a la CFE, lo que incrementaría la presión sobre las finanzas públicas y podría regresar a la economía mexicana a una recesión.
En conclusión, creemos que México continuará sobresaliendo entre las grandes economías latinoamericanas como un bastión de relativa estabilidad. Hace falta, sin embargo, que el país evite cometer errores de políticas públicas para poder aprovechar los vientos de cola externos que lo siguen favoreciendo.

Por: Gabriela Soni, Chief Investment Officer de UBS Asesores México