Polvo y encierro, es todo lo que se puede oler cuando entras al espacio olvidado de una casa vieja. Cuando abrimos la puerta los rayos de luz materializaron columnas que daban la impresión de sostener el tiempo. Mi madre nos dijo “vayan a la casa del abuelo y limpien”, sus palabras fueron simples, pero sus ojos, que aún estaban rojos por el desvelo y el llanto del funeral, nos dijeron que debíamos revisar cosa por cosa para no arrebatarle ningún recuerdo.
La casa familiar de nuestra madre es de esas que se han ido pasando a los hijos desde hace dos siglos. El primero de sus propietarios fue un tal Don Miguel, quien la heredó a Don Fernando y de nuevo a Migueles y Fernandos hasta llegar a mí y a mi hermano; quienes figuramos en el testamento del abuelo Miguel como herederos de su casa. Desde niños hemos sabido que el estudio del Señor Fernando tiene las más preciadas memorias del abuelo Miguel, allí escuchaba insistentemente con su padre la Rapsodia Española de Ravel y se enteraba, oculto bajo el sillón rojo, de las noticias de Río Frío.
Cuando los años del abuelo le quitaron la cordura, él y mi madre clausuraron la casa que, hasta hoy, había sido desconocida para mi hermano Fernando y para mí.

Recorriendo con la mirada la habitación, encontramos el sillón rojo y el tocadiscos de los cuentos del abuelo Miguel. Libreros de apolillados inquilinos enmarcan un escritorio de madera obscura y aire señorial, “Miguel, eso te va a gustar”, me dice Fernando, señalando un pequeño grabado de la cabeza de un hombre coronada con una especie de macabro pájaro. Bajo el grabado hay una caja que guarda papeles de apariencia importante, Acciones con fecha de 1907.
Aquí se describe uno de los registros más antiguos que tenemos, sin embargo, contamos con muchos más que nos pueden hablar de la propia evolución de Grupo BMV y de sus 126 años de participación en la historia.
Quizá resulte extraño, en especial para el Grupo BMV, que títulos de Acciones se pierdan del registro y hasta de la memoria familiar, que se necesiten excursiones de exploración para ser encontradas; sin embargo, cuando la historia de una institución es tan vasta como la de Bolsa Mexicana de Valores, más de un tesoro es perdido de vista.
El objeto que inspiró el pequeño relato es justamente uno de eso tesoros de Bolsa Mexicana de Valores. Es un libro de Acciones que estuvo en uso hace 114 años. Tiene pastas cafés lisas, rematadas en las esquinas con pequeños triángulos a juego. Las guardas son de un regio azul con patrones florales en blanco y detalles dorados. Las hojas, con el amarillo característico de lo antiguo, son anchas y están divididas en dos secciones por una línea punteada que indica claramente de dónde desprender una parte de la otra. La parte que se queda en libro tras el desprendimiento del certificado reza “Bolsa Privada de México S.C.L.” y contiene los campos para recibir los datos tanto del agente como del accionista. El título de Acción es un formato más adornado, el texto está contenido en un marco dorado que simula un trabajo casi de deshilado y contiene los campos sobre la información del título y del agente de Bolsa.

El libro contiene doscientas acciones, de las cuales ciento seis fueron entregadas y los recibos que todavía lo habitan fueron llenados con el mayor de los cuidados, con una letra cursiva que destila elegancia y seriedad.
No es difícil imaginar, que los títulos que fueron entregados a sus propietarios son objetos que, al ser encontrados, siguen asombrando a sus descubridores.
El Archivo Histórico de la Bolsa Mexicana de Valores, está compuesto por diferentes libros de registro del quehacer diario de nuestra empresa; desde libros de asistencia a reuniones, pasando por el registro de las operaciones hasta libros de Títulos de Acciones.

En el MUBO contamos la mayor parte de nuestra historia, si quieres conocer más sobre ella visítanos en nuestro recorrido virtual: https://www.mubo.com.mx/Virtual/
Por: Escuela Bolsa Mexicana
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