La volatilidad reciente en los mercados financieros de todo el mundo, y de los países emergentes en particular, ocasionada por la pandemia del coronavirus podría ser un incentivo para que los inversionistas analicen profundamente los riesgos no financieros de sus inversiones en el futuro.
La incorporación de factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo en la toma de decisiones de inversión ya es una tendencia creciente, pero la irrupción del virus ha dejado de manifiesto que los riesgos no financieros deben medirse y atenderse de manera precisa. Los riesgos asociados al cambio climático, la pérdida de diversidad biológica, derechos humanos y salud serán cada vez más importantes en el mundo emergente después de esta crisis. Atrás quedarán sectores enteros, como la cada vez más castigada industria de los combustibles fósiles.
Sin embargo, esta pandemia ha dejado clara la importancia de otros factores que también son primordiales para los inversionistas. Entre ellos destacan la preparación para contingencias de salud, la planificación para la continuidad de las operaciones y los beneficios otorgados a los empleados, como la licencia remunerada por la enfermedad.
El banco británico de inversiones, Barclays, señala que las empresas deben esperar que más inversionistas efectúen de forma incremental preguntas sobre la capacidad de recuperación y planificación de las empresas ante este tipo de contingencias. A la luz de los problemas ocasionados por el coronavirus, estos factores serán relevantes para el desempeño a largo plazo de cualquier compañía. En el futuro, estas conversaciones podrían evolucionar a discusiones ESG más profundas, incluyendo aspectos tales, como el “teletrabajo”, el cual podría reducir la huella de carbono de una empresa.
El impacto de esta pandemia en los mercados bursátiles es un recordatorio de que los problemas ambientales y sociales son riesgos financieros que deben gestionarse adecuadamente, sobre todo durante los próximos 10 años, en los que debemos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de manera considerable para evitar las peores consecuencias del cambio climático.
El éxito de las empresas reflejará su capacidad para adaptarse a los desafíos y las tendencias en nuestras sociedades, expuestas a riesgos inéditos. Los desafíos sociales y ambientales y la necesidad de obtener recursos a través de actividades lucrativas se superponen cada vez más. Como mínimo, los inversionistas deberían capitalizar de esta crisis, el aprendizaje de monitorear cómo responden las empresas en las cuales invierten y la oportunidad para formular preguntas fundamentales sobre los problemas sociales y ambientales que más nos conciernen como sociedad.
Por: Eduardo Piquero, Director General de México2
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