Hace muchos años que los gobiernos dejaron de usar las políticas proteccionistas para estimular la economía, dando paso a un proceso de civilización democratizado y organizado que difundió occidente desde mediado del siglo XX, con una clara búsqueda de mejores relaciones internacionales que favorecieran la adquisición de insumos, conocimiento y tecnología; sin embargo, el presente vive un retroceso evolutivo.
La guerra comercial que inició Estados Unidos en marzo de 2018, con imposición de aranceles de hasta 25% a las importaciones de varios países tiene un efecto directo en el dinamismo de la economía porque limita la oferta de bienes y eleva su precio; lo cual afecta el consumo de las familias y modera la productividad de las empresas, que por un prolongado periodo de tiempo terminará afectando la actividad productiva de mediano plazo y las perspectivas de crecimiento en el largo plazo.
La imposición de aranceles que inició Donald Trump para estimular su economía y frenar el supuesto abuso de comercio y robo de propiedad intelectual de otros países, ha orientado a organismos internacionales como la ONU, el FMI o la OCDE a reducir, en más de una ocasión este año, sus estimaciones de crecimiento global, destacando la desaceleración económica que podría derivar en recesión para algunos países como China, Japón o la Unión Europea.
Por ahora los bancos centrales de economías desarrolladas han optado por modificar la conducción de la política monetaria de restrictiva a flexible, tratando de contrarrestar esa política proteccionista y evitar una nueva recesión económica, pese a que las condiciones del mercado laboral, bajo desempleo y recuperación moderada de salarios, se observe sano, dado que existe el riesgo de que la debilidad de algunos países se prologue más de los previsto, aumenten los riesgos geopolíticos y aumente la volatilidad financiera.
Por su parte, el Banco de México, quien mantuvo sin cambios su tasa objetivo en 8.25% en la reunión de política monetaria de junio de 2019, destaca que la relación bilateral de México con Estados Unidos sigue siendo un riesgo para el crecimiento del país, porque no se tiene la certeza de que no se anuncie en el futuro nuevamente la imposición de aranceles, con un efecto directo y negativo sobre el tipo de cambio y en consecuencia sobre los precios.
Cabe recordar que el peso se depreció considerablemente cuando Donald Trump dio a conocer el pasado 31 de mayo su decisión de imponer aranceles a las importaciones mexicanas de forma escalonada, partiendo desde 10% hasta alcanzar una tasa de 25% entre el 1 de julio y el 1 de octubre; y regresó a niveles de alrededor de 19.10 pesos después de que México admitiera un política migratoria propuesta por Estados Unidos.
La interacción de los hombres ha tenido sus fallas a través del tiempo, pero en particular ahora, el fin de la guerra comercial depende del criterio del presidente de Estados Unidos o de que pierda las elecciones de 2020; mientras tanto, la banca central seguirá haciendo uso de sus herramientas para contener el deterior de las variables financieras y mantener el poder adquisitivo de las familias.
Por: Irasema Andrés Analista económico
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